En su tesis doctoral de 1976, Graham Rawlinson de la Universidad Nottingham de Inglaterra, encontró experimentalmente que no importa el orden en que las letras estén escritas, siempre y cuando la primera y la última letra de la palabra estén en la posición correcta. El cerebro humano puede leer y recuperar el mensaje original con una dificultad casi despreciable; debido a que no lee letra por letra sino palabras completas. A este fenómeno se le llamó informalmente typoglycemia en inglés.